Uno de los aspectos más interesantes de las distintas versiones del personaje de Drácula es lo diferentes que son entre sí las películas, a pesar de tomar las mismas referencias, es decir, la novela de Bram Stoker y la obra de teatro. Algo que volvía a cumplirse en la adaptación que prometía ser la más fiel pero que no lo fue, la de Francis Ford Coppola, de hecho, probablemente las más fieles sean las dos versiones de “Nosferatu”.
La prescripción de los derechos de la novela del escritor alemán, tras la muerte de su viuda, provocó una avalancha de películas que, de una manera u otra, tomaban como referencia a Drácula, en 1979. Precisamente el remake de “Nosferatu”, de Werner Herzog, “Amor al primer mordisco”, “Nocturna” o la rumana “Vlad Tepes”, personaje real que sirvió como inspiración a Stoker.
De hecho, aquel era un biopic sin ninguna connotación vampírica ni del género de terror. Bram Stoker tomó esta figura como referencia por su leyenda sobre su crueldad. No en vano era conocido como el Empalador y ese término lo tenía bien ganado. Tepes está considerado uno de los gobernantes más importantes de Valaquia y de Rumanía en general, a pesar de que su reinado tan solo duró seis años. El apodo de Drácula procedía de su padre, Vlad II Dracul, o el Dragón.
La película está enclavada en lo que se considera la segunda época dorada del género de terror, con títulos como “La noche de Halloween”, “Alien, el octavo pasajero”, “La profecía”, “Carrie”, “La invasión de los ultracuerpos” o la también vampírica miniserie, “El misterio de Salem’s Lot”, que a día de hoy sigue siendo la mejor adaptación de la novela de Stephen King.
Como decía, el protagonista elegido fue un muy joven y desconocido por entonces, Frank Langella, que se encontraba interpretando al personaje en el teatro, lo que guarda cierto paralelismo con cómo llegó a él precisamente Bela Lugosi. Pero ni mucho menos fue la primera opción. Se barajaron los nombres de Clint Eastwood, Harrison Ford, Robert Redford, Roy Scheider o Tom Berenger. Cuesta imaginarlo hoy.
Langella aceptó a condición de que no realizaría ninguna campaña publicitaria de la película vestido de Drácula. El reparto que le acompañaba era bastante notable. La coprotagonista femenina fue Kate Nelligan, pero en el papel de Lucy, no de Mina, que en esta versión cambiaban sus roles, o intercambiaban sus nombres, según se quiera ver. En el papel de Van Helsing, Lawrence Olivier, personaje que rechazó Donald Pleasance por considerarlo muy parecido a su Dr. Loomis de “La noche de Halloween”, pero si acepto otro papel.
Al mando de la dirección John Badham, uno de esos artesanos muy efectivos pero que nunca ha sido muy alabado, y eso que tiene títulos en su filmografía tan tremendamente populares como “Fiebre en el sábado noche”, “Juegos de guerra”, “Cortocircuito”, “El trueno azul” o “A la hora señalada”. Badham quería homenajear a la versión de 1931 rodando en blanco y negro, pero se llevó una rotunda negativa por parte de los productores.
No obstante, si hay otros notables cambios respecto a las adaptaciones anteriores. Es la única que no incluye el prólogo en Transilvania sino que directamente se inicia en el barco que transporta a Drácula, el Demeter. Y curiosamente no vemos al vampiro sus colmillos ni tampoco rastros de sangre, como bien habían explotado en la película de 1958, lo que la acercaba a la de 1931. A las que si podemos ver los colmillos es a Lucy y Mina, paradójicamente.
Por cierto, no será una de sus bandas sonoras más recordadas pero la música corre a cargo de John Williams. La película tuvo mayoritariamente buenas críticas y comercialmente funcionó muy bien. Costó 12 millones dólares y recaudó 31 en taquilla.
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