Querían a Alien y Ridley Scott se lo
dio, anticipando su llegada en contra de sus propias intenciones,
pues pensaba en traerlo en una supuesta tercera parte de una trilogía
de precuelas que no llegó a concluirse, por desgracia, con un tercer
episodio que se llamaría “Alien awakening” y que enlazaría
directamente con “Alien, el octavo pasajero”. Scott volvía al
terror, a la sangre y al gore.
Pero
el público, que ya se había quedado frío con “Prometheus”
(sigo sosteniendo que es una muy buena película de ciencia ficción),
no cumplió en la taquilla, recaudando esta casi la mitad que
aquella, 240 millones de dólares, habiendo invertido 97 en ella. Es
por ello que me parece una de las entregas más infravaloradas de la
saga. Aunque no tanto por la crítica, que la puntuó bastante
positivamente.
No
será porque no se empeñaron en que quedara claro que aquí sí se
iban a ver xenomorfos, recuperando la palabra “Alien” en el
título y juntándola con el nombre de la nave, Covenant . Palabra
que hacía referencia al Arca de la Alianza, el que contuviera las
Tablas de la Ley, donde figurarían los Diez Mandamientos. Si, el
“Arca Perdida” de la primera parte de “Indiana Jones”.
No
es la única referencia cultural. Hay varios de tipo literario. Se
menciona a Lord Byron y a Robinson Crusoe. Y al poema de Percy
Shelley. “Ozymandias”, que habla de la decadencia de los líderes
y de los imperios. Muy conveniente para el mensaje que el androide
David quería transmitir, la decadencia de los Ingenieros, pero
también de la especie humana.
Aunque
no iba a ser el título elegido. Iba a llamarse, “Alien, Paraíso
Perdido”. Personalmente habría titulado todas las películas con
el nombre de la nave o el planetoide en el que se desarrollaba la
historia. Como mucho agregando la palabra Alien. Es decir, la primera
se llamaría “Nostromo” o “Alien Nostromo” y así
sucesivamente. Pero esto son cosas mías.
Aquel
verdadero villano era su protagonista, David, el androide interpretado
en dos versiones por Michael Fassbender. Él era el verdadero
antagonista y no el alien, que solo es el instrumento que utiliza
para la destrucción de la especie humana. Ni siquiera la malvada
Weyland Yutani lo era, pues David ya obraba al margen de ella, por
propia decisión.
Y
aquí viene la auténtico mensaje de la película. La idea de que
nuestra propia tecnología, las inteligencias artificiales, serán
las que acaben con nosotros, alineándose con otras sagas de ciencia
ficción como “Terminator” o “Matrix”. Como dijo, Stephen
Hawking, un hombre cuyas ayudas tecnológicas contribuyeron a alargar su vida,
que predijo que nos quedaban unos cien años antes de que las
máquinas evolucionadas tomaran la imperfección humana como
justificación para destruirla.
Sin
embargo, la motivación de David es uno de los sentimientos más
propiamente humanos que hay, el odio. David se sentía despreciado y
ya en “Prometheus” hay varias frases en las que se percibe como
las ofensas para su orgullo, tanto de su creador como del resto de
los humanos. Además de ser desafiado a que él nunca podría crear.
Pues toma creación, un alien capaz de acabar con cualquier forma de
vida.
Aunque
lo que en realidad hizo es perfeccionar una especie que prácticamente
se generó por casualidad, mediante el célebre líquido negro,
que infectaba a las víctimas como un virus. A través de la experimentación, lo que además nos revelaba el aciago destino de Elizabeth Shaw (Noomi Rapace), hizo que pasara por un huésped que completara su perfeccionamiento.
A parte de Fassbender, el reparto lo completaban Katherine Waterston (se había pensado en Rebecca Ferguson, que habría sido mejor opción, la verdad), Billy Crudup, Damian Bichir, Danny McBride y Callie Hernández. Por su parte, Ridley Scott no había parado entre "Prometheus" y "Alien Covenant", dirigiendo "El consejero", "Exodus" y "Marte". Ahora estamos esperando su "Gladiator 2".
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