Aún
quedando más de la mitad del año, ya se puede pronosticar que raro
será que no quede en el Top 3 de mejores series, tal es su nivel. Lo
que parece ser que no sabe mucha gente es que es el remake de una
miniserie que ya era bastante buena, con Richard Chamberlain y
Toshiro Mifune en los papeles principales, y que yo recuerdo de
cuando era pequeño. Bueno, pues esta nueva versión o readaptación
de la novel homónima de James Clavell es incluso
mejor, funcionando como un perfecto muestrario de los rituales y en
general, forma de vivir en el Japón feudal, poniendo especial mimo
en todos los detalles, con un diseño de producción impecable, en la
que todo está hecho con el máximo cuidado como en un homenaje a la
propia idea de dedicación y perfeccionamiento japonés de la época.
Pero
donde lo que sobresale es una historia planteada como una partida de
ajedrez a varias bandas, donde los momentos más épicos no vienen de
espectaculares
batallas, de hecho, es conveniente advertir que no las hay, sino de
los
diálogos, de un guion sin fisuras. Lo cual no le exime de emoción,
que nadie se confunda,
no tiene exceso de sobriedad, es más, tiene uno de los episodios más
vibrantes, del cual aún me estoy recuperando, que un servidor haya
visto en mucho tiempo en televisión. Y luego está su reparto, que
es una maravilla de casting. No voy a descubrir yo ahora a Hiroyuki
Sanada, que nuevamente está magnífico, pero es que la verdadera
estrella es una chica que ya había visto en “Monarch”, Anna Sawai, pero no a
este nivel, el
cual
le permite incluso mantenerle el pulso al todopoderoso Sanada, a
cualquiera que le pongan en pantalla y que se come crudo al
compañero occidental, Cosmo Jarvis, claramente el eslabón más
débil del elenco. 8’5.
Esta
vez si ha concluido la historia. Al menos en lo que respecta a la que
estaba contada como adaptación del libro del periodista Jake
Adelstein, en cuanto su investigación sobre la yakuza japonesa. Se nota
que Michael Mann ha estado menos presente en labores creativas y se
ha quedado más en la producción ejecutiva. Pero lo marcado en la
primera temporada impera de forma general en la segunda. Y está supeditada a un guion excelente, donde los personajes y sus acciones
encajan perfectamente, aunque claro que hay partes ficcionadas y que
son aportes de los guionistas. Los cuales aciertan en darle tanta
importancia a la investigación periodística como a la policiaca, a
la vez de introducirnos en el interior de la propia yakuza. No hay
mucha acción, pero cuando la hay, no escatima en violencia. Si algún
pero se le puede poner es la sobriedad en la puesta en escena, habría
estado bien cierto acicalamiento estético, es decir, lo que Mann
aplicó a su otra Vice, Miami para más señas, y que nosotros
conocimos como “Corrupción en Miami”. Aún así no tiene ni
mucho menos un formato televisivo, todo lo contrario, es plenamente
cinematográfico. El reparto está genial, desde un sorprendente
Ansel Algort, pasando por los siempre efectivos Ken Watanabe y Rinku
Kikuchi, y terminando en los desconocidos para mi, Rachel Keller y
Sho Kamamatsu. Por cierto, si estás dejando de fumar, igual no es la
serie más adecuada para ver ahora, creo que no hay ni un plano en el que no haya un
cigarrillo. 8.
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