martes, 12 de diciembre de 2017

Escenas Míticas: Whodunit - Identidad




   Quizá suponga una variante tan alejada de este subgénero llamado “Whodunit” que algunos les puedan hacer dudar de su pertenencia a este tipo de película. Pero esa variante se percibe ya entrados en su último tercio. Prácticamente todo lo acontecido hasta esa fase si obedece a los cánones característicos de las películas que venimos mostrando en este ciclo.




   Y es que esta película está planteada es ese esquema de whodunit pero toma elementos de otras fuentes e, incluso, otros géneros, con sus directores representativos a la cabeza. Inicialmente es claramente un film de intriga, pero a lo largo de su desarrollo tiene varias querencias al terror, tocando descaradamente el slasher y llegando a hacer dudar al espectador sobre si quizá lo que está viendo es más un thriller sobrenatural.
   

   Ese acercamiento al terror se hace más palpable en el tratamiento de los asesinatos. No se caracteriza precisamente el whodunit por prestar demasiada atención a éstos más allá que para extraer pistas en vista de poder resolver quien es el culpable. Sin embargo, aquí hay un evidente y muy consciente tono estético en ellos, especialmente en relación a la truculencia de las muertos. Y es que no se cortan en absoluto con el modo de producirse los crímenes o en como son encontrados los cadáveres.



   Pero más allá de tratamientos estéticos, no hay duda de que la película bebe directamente de la estructura clásica de las novelas de Agatha Christie. Incluso, en el argumento también son diez los personajes encerrados como en el titulo de la famosa escritora, “Diez negritos”. Pero también toma nota de la forma de construir tramas de intriga de Hitchcock. De hecho, el motel, único escenario de la historia, podría ser un homenaje al que Norman Bates regentaba en “Psicosis”.



   Pero todavía hay un nuevo salto de género, o, al menos, de tipo de entrega allá por el tercer acto. Quien no la haya visto (aunque es de 2003) que no siga leyendo este párrafo. Pero en la fase final nos vamos al thriller psicológico. Aquello de “nada de lo que estamos viendo está realmente ocurriendo salvo en la mente de alguien”. Nos mete de lleno en un argumento ficticio donde los personajes son meros avatares de las diferentes personalidades del psicópata que ni siquiera está entre ellos, y en cuyo cerebro se está disputando una gran batalla de “identidad”.



   Es, por tanto, una de esas películas de final sorpresa (aunque dicha sorpresa se dé de forma más anticipada) que se volvieron a poner de moda a raíz de “El sexto sentido” (1999) y Night Shyamalan tomó como una de sus señas de “identidad”. Muchos catalogan esta clase de filmes como tramposos, precisamente acusación habitual sufrida por otro representante, Brian De Palma, y del cual también se cogen elementos, por ejemplo, si recordamos “En nombre de Caín”.



   Pero el encargado de llevar a cabo el proyecto fue James Mangold, que venia de tener muy buenas críticas por títulos como “Inocencia interrumpida” y “Copland”. Y que más recientemente se ocupó de devolverle el lustre a uno de los superhéroes más carismáticos con “Lobezno inmortal” y sobre todo con “Logan”. En “Identidad” consiguió un film entretenidísimo, con un excelente ritmo que mantiene al espectador enganchado gracias a su narración ágil y al acertado guión de Michael Clooney, trazado a modo de puzzle, y a una excelente puesta en escena de la trama.



   El reparto estaba plagado de caras conocidas, pero por encima de todo intérpretes de mucho oficio. Al frente, John Cusack, que, por entonces, ahora caído un poco en desgracia, era un actor sobradamente reconocido. Ray Liotta, uno de esos actores que nunca falla y siempre dan lustre. Amanda Peet, llamada a convertirse en una gran estrella que no ha llegado a concretarse, aunque quizá lo mereciera. La que si lo fue y aquí casi se interpreta paródicamente a si misma es Rebecca de Mornay. Y otros secundarios como Alfred Molina o John C. McGinley.



   En general, la película recibió buenas críticas y algunos premios en festivales como el Saturn. Costó 28 millones de dólares y triplicó esa cantidad en taquilla hasta los 90 millones. Por tanto, aunque no sea una película demasiado recordada, se puede decir que gozó de cierto éxito.

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