jueves, 22 de septiembre de 2016

Anexo Bailando con lobos: Nosotros somos una parte de la tierra




   En el año 1855, el Gran Jefe Seattle (pueblo duwamish) dirigió un mensaje a Franklin Pierce, Presidente de los Estados Unidos de América, contestando a la solicitud de venta de su tierra,  por parte del Presidente. En dicho mensaje, Seattle nos trasmitió la visión primigenia de su pueblo ante la Naturaleza y la vida, por su pueblo y su pasado y por la Tierra. La carta es uno de los documentos más hermosos que un ser humano ha podido escribir. Las palabras del Jefe Seattle se convirtieron en pocos años en símbolo de los movimientos ecologistas, siendo desde entonces objeto de comentario en los discursos, obras y escritos de intelectuales, artistas, filósofos e incluso políticos de medio mundo. Esta carta es un mensaje que recoge  las preocupaciones ecologistas actuales y que nadie puede permitirse el lujo de olvidar. A continuación os dejo una seria de citas extraídas del mensaje enviado por el gran Jefe Seattle.


“¿Cómo puede usted comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Ésa es una idea extraña para nosotros. Si no poseemos la frescura del aire ni los destellos del agua, ¿cómo puede usted comprarlos?”
“Pues nosotros sabemos que la Tierra no pertenece a los hombres, que el hombre pertenece a la Tierra”.
“Cada palmo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada aguja brillante de pino, cada playa arenosa, cada bruma en los bosques sombríos, cada insecto zumbando sereno, es sagrada en la memoria y en la experiencia de mi pueblo. La savia que corre por los árboles porta los recuerdos del hombre rojo.
“La tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida; es solo una  hebra de ella. Todo  lo que haga a la red se lo hará así mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.”
“Si les vendemos nuestra tierra, ustedes tendrán que acordarse de enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos, y tendrán que darles a partir de entonces el trato amable que le darían a un hermano”.
“Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestros caminos. Un trozo de tierra es lo mismo para él que el trozo que hay al lado, pues es un extraño que llega en la noche y se lleva de la tierra todo lo que necesita. Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el cielo, como algo que se puede comprar, saquear o vender, como las ovejas o como unas cuentas de colores”.
“Su voracidad consumirá la Tierra y no dejará atrás más que  un desierto”.
“Y, si les vendemos nuestra tierra, ustedes tendrán que conservarla como algo excepcional y sagrado, como un lugar adonde incluso el hombre blanco pueda ir, para sentir los aromas del viento, endulzados por las flores de las praderas. Así pues, consideraremos su oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, le pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos”.
”¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos los animales desaparecieran, el hombre moriría de una gran soledad espiritual. Pues todo lo que les ocurra a los animales, no tardará en ocurrirle también al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí”.



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