Toca el turno de los meteoritos asesinos cuyo fatídico destino es estamparse irremediablemente contra nuestro amado planeta, amenazándolo con la extinción de la especia humana y toda vida sobre la faz de la tierra, es decir, el fin del mundo, pero ahí está el país de barras y estrellas para sacarnos las castañas del fuego.
Salieron dos películas con una línea argumental en principio similar. La primera fue “Deep Impact” que obtuvo mejores críticas y que incluso contó con el beneplácito de la comunidad científica en cuanto a la teoría que planteaba, al parecer, estaba más acorde con la realidad.
Pero fue “Armageddon” fue quien se llevó el gato al agua de la taquilla. El dúo productor-director que formaban Jerry Bruckheimer y Michael Bay supuso una mina de oro cuando aunaron esfuerzos. No en vano, invirtieron 140 millones de dólares para obtener unos 550, un beneficio nada despreciable de 400 millones de dólares.
A pesar de contar con una desmesurada duración, alrededor de las dos horas y media, para ser una película básicamente de acción, lograron un tremendo entretenimiento, repleto de situaciones límite, emoción y adrenalina. Poco importó que el guión fuera poco más que inverosímil y se rizara el rizo hasta decir basta.
Por muchas críticas que se llevara, por muchas parodias que se le hicieran, y por muchas fantasmadas que la descalificaban, la gente se lo paso bomba viéndola en los cines, y aun hoy si la pasan por la tele y te encuentras haciendo zapping, sueles caer y tragártela otra vez. Es puro cine palomitero, nada más, pero nada menos.
De estas ya no se suelen hacer, como molaba cada verano ir al cine y encontrarte con una peli destrozona producida por el señor Bruckheimmer.
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