Los cocodrilos son uno de los animales más explotados cinematográficamente, con mejor resultado que los tiburones, con los que hay muy pocos ejemplos de películas pasables. Tenemos títulos como la clásica "La bestia bajo el asfalto", o más modernos como "Aguas negras", "Primeval" o "El territorio de la bestia" (a punto he estado por decantarme por ésta). Finalmente he elegido por una monster movie más típica pero que dio lugar a una saga.
De la dirección se ocupó un artesano del género de terror como es Steve Miner, que ya había dirigido varias partes de "Viernes 13", una de las secuelas más aceptables de "Halloween" (H20), e incluso una de zombies "Day of the dead", por lo que su bagaje en el género estaba bastante probado.
Si cito tanto a "Tiburón" en las entradas de la sección en la temática de "Monstruos acuáticos" es porque me parece la madre de todas las que vinieran después. Y quizá por eso me guste tanto este subgénero. Porque estoy eligiendo mis favoritas pero a mí me gustan todas, las buenas y las malas, hablo de películas, claro.
Contó con un reparto que, si bien, no era de estrellas de la gran pantalla, si al menos, eran rostros conocidos en el cine, aunque quizá en materia de secundarios, algo bastante habitual en estos casos. Entre ellos estaban Bill Pullman, Bridget fonda, Oliver platt y Brendan Gleeson.
Steve Miner también retrasó lo que pudo la visión explícita del reptil en cuestión e intentó darle el mayor suspense posible para no sobreexponer a la criatura. Pero cuando si lo hace, la recreación del cocodrilo es muy convincente, no en vano, para ello contaban con los servicios de un especialista como Stan Winston.
Pues obviando todos los defectos y tópicos evidentes, que los tiene, me pareció una película muy entretenida, con buenas escenas, como las que hemos visto (submarinista, helicóptero, enfrentamiento final) y unos efectos especiales muy dignos.
Se hicieron, al menos, dos secuelas que bajaron considerablemente el resultado de la primera.
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