Cuatro
años después de “El silencio de los corderos”, vino la que
incluso a día de hoy sigue siendo su mejor heredera. Algunos incluso
la ponen por encima de la película de Jonathan Demme. Tampoco
flipemos, “El silencio de los corderos” es la obra maestra y
“Seven” su mejor alumna. La primera dio el pistoletazo de salida
al género de psicokiller, al menos a ponerlo de moda. La segunda confirmaba
esa tendencia.
Sí
es cierto que parece que “Seven” influyó más en los títulos
posteriores de este tipo, como “Copycat” (aunque tiene varios
aspectos de “El silencio de los corderos”) un año después, o
“Resurreción”, (un calco de “Seven”, aunque con mucha menos
calidad), cuatro años después. Y luego vino “Saw”, que copiaba
ciertos rasgos aunque se manifestaba más claramente como terror.
Aunque
tratamientos de terror tenían tanto “El silencio de los corderos”
cómo “Seven”. Pero ésta última posee suficientes rasgos
personales como para no ser considerada una simple sucesora y sí un
título con entidad de sobra para ser referencia del género. Cómo
explotar una subtrama de buddy movie del choque generacional de dos
compañeros de policía y tener un último tercio absolutamente
original.
Y
sorprendente pues “Seven” tiene probablemente uno de los finales
más catárticos de la historia del cine. Muy pocas veces he sentido
en una sala una impresión tan perturbadora como la del giro final de
esta película. Algo que parece que le encasilló a su director,
David Fincher, exigiéndosele clímax similares en sus siguientes
títulos, cómo fueron los casos de “The Game”, “El club de la
lucha” o “Perdida” (aquí el giro era a mitad de metraje).
Pero
además fue la primera de varias películas del cineasta sobre
asesinos en serie. Cómo demuestran “Zodiac” (sobre el asesino
real conocido por ese mismo nombre), “Millenium, los hombres que no
amaban a las mujeres” (muy digno remake de la película original
sueca) o la serie “Mindhunter”(tras cancelarse, se rumorea que
Fincher pretende hacer una tercera temporada).
Sin
embargo, tras su mala experiencia con “Alien 3”, la ópera prima
de un Fincher que reconoce que casi le hace retirarse de la dirección,
se dedicó a hacer videoclips, campo del que venía originariamente,
para estrellas tan potentes como Michael Jackson, Madonna o los
Rolling Stones. Menos mal que volvió con esta gran película,
probablemente la mejor de su filmografía. Hoy en día se le considera
uno de los cinco mejores directores modernos junto a Christopher
Nolan, Denis Villeneuve, Quentin Tarantino y Kathryn Bigelow.
Tiene
un magnífico reparto con nada menos que Morgan Freeman, Brad Pitt,
Gwyneth Paltrow y Kevin Spacey y dos veteranos como R. Lee Ermey (“La chaqueta metálica”) y Richard Roundtree (“Shaft”). Pero ojo
al que se podría haber formado. Para el papel de Somerset optaron Al
Pacino y William Hurt. Para el de Mills, Denzel Washington (luego
intentó desquitarse con “El coleccionista de huesos”) y Sylvester
Stallone (después se lamentó públicamente de rechazarlo). Además,
para el de Tracy se pensó en Robin Wright y para John Doe en Val
Kilmer. Una combinación Pacino/ Washington/ Spacey/ Wright habría
sido la bomba.
Pero
no hay nada que lamentar, todos estuvieron soberbios. Por cierto,
Kevin Spacey aceptó con la condición de que su nombre no apareciera
en los créditos iniciales para que su participación en la fase
final fuera una sorpresa más efectiva. En cuanto a Brad Pitt, su
concurso fue un movimiento más bien comercial pues era una estrella
emergente que venía de “Leyendas de pasión”, “Entrevista con
el vampiro” y “Doce monos”, por la que fue nominado al Oscar
como secundario.
Pero su colaboración con
David Fincher fue lo suficientemente satisfactoria como para volver a
trabajar juntos en dos películas más, "El club de la lucha" (uno de los
personajes más icónicos de Pitt) y "El curioso caso de Benjamin Button"
(papel por el que volvió a optar al Oscar, esta vez como protagonista). La película tuvo
muy buenas críticas y hoy ocupa el puesto 134 de la lista de las 500
mejores películas de la historia del cine por la revista Empire. Fue
nominada al mejor montaje. Costó 33 millones de dólares y recaudó 327 en
taquilla, un éxito total.
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