Diez
años tardó en llevarse a efecto la ansiada secuela de “El silencio
de los corderos”, y como suele pasar habitualmente cuando se la
compara una película con una obra maestra, salió perdiendo y
recibió opiniones mucho más negativas de lo que merecía tanto de
público como de crítica profesional. Pero eso no quiere decir en
absoluto que no sea una digna secuela que no tuviera calidad. Un
fenómeno similar a lo ocurrido con la secuela de “Psicosis”.
Pero
lo cierto es que su gestación se inició con diversos problemas. El
más grave de ellos fue la retirada de Jonathan Denme, tras haber
estado en conversaciones con el propio escritor de la novela
“Hannibal”, Thomas Harris. Al parecer, el cineasta aseguraba que
era una secuela demasiado violenta. Aunque hubo quién opinaba que
Demme temía no poder alcanzar el nivel de la película original. De
hecho, no lo volvió a lograr en el resto de su filmografía. Un par
de años después dirigió “Philadelphia”, qué es muy buena pero
lejos de ser una obra maestra.
El
caso es que el productor Dino de Laurentiis poseía los derechos de
explotación del personaje de Hannibal Lecter desde que adquirió los
de la novela “El Dragón Rojo “, también de Thomas y que la
adaptaron como “Manhunter”. Y tras no intervenir y cederlos
temporalmente para “El silencio de los corderos”, se le quedó
una espina que quiso quitarse con esta secuela.
Por
lo que le ofreció el proyecto a Ridley Scott, que no solo no tenía
ningún problema por la extrema violencia de la historia sino que
suponía un aliciente para él. Estaba encantado de tener libertad
con una calificación R. Hay que tener en cuenta que la película
posee dos de las escenas más fuertes del cine comercial de las
últimas décadas, como el “tripas dentro, tripas fuera” el
inspector Pazzi o la cena “cerebral” del oficial del Departamento
de Justicia, Paul Krendler.
Analicemos
la filmografía de Ridley Scott precisamente desde el 1991 que se
estrenó “El silencio de los corderos”, en el cual Scott hacía
lo propio con la exitosa “Thelma y Louise”. Sin embargo, sus tres
siguientes títulos no fueron un fracaso pero tampoco un éxito,
“1492, la conquista del paraíso”, “Tormenta blanca” y “ La
teniente O’Neil”. No las considero malas ni mucho menos pero
estaban por debajo de su nivel, que recuperó en la afamada
“Gladiator” y la reconocida “Blackhawk derribado”.
Por lo que, “Hannibal” podría consolidar esa recuperación comercial. Aunque inicialmente hizo el amago de rechazarla por una absurda confusión. Scott pensó que se le pedía hacer un biopic del general cartaginés Aníbal, lo cual consideraba demasiado cercano a su reciente “Gladiator”. Fue cuando Dino de Laurentiis le aclaró que se trataba de una secuela de “El silencio de los corderos”, que no se trataba de Aníbal sino de Hannibal Lecter.
Pero
entonces llegó el segundo gran abandono, el de Jodie Foster, que
había asegurado en algunas entrevistas que participaría pero la lectura de la
novela y después del guion de David Mamet que después fue
revisionado por Steven Zaillian la hizo cambiar de idea aduciendo que
se había traicionado al personaje de Clarice Starling. Aunque se
rumoreó que el problema era más bien el no llegar a un acuerdo
económico. Más tarde, Foster aseguraba que fue por tema de agenda.
La
terna para sustituir a Jodie Foster fue amplia y de gran nivel.
Optaron al papel Cate Blanchett, Angelina Jolie, Gillian Anderson,
Helen Hunt, Hilary Swank y Julianne Moore. El propio Anthony Hopkins
manifestó que le encantaría volver a trabajar con Moore después de
haber coincidido en “Sobrevivir a Picasso”, y parece que su
opinión fue tomada en cuenta. Personalmente me habría gustado ver a
Swank en ese papel pero creo que Julianne Moore encarnó una
magnífica Clarice, y no era nada fácil por la comparación con
Foster.
El
reparto lo completaban Ray Liotta, Gary Oldman (su Mason Verger
estaría más desarrollado en la serie “Hannibal”) Giancarlo
Giannini y Francesca Neri. Lo que sí exigió Scott fue cambiar el
final de la novela y Thomas Harris accedió. Scott consideraba que el
tema de la atracción entre Lecter y Starling debía ser central pero
tratado de forma implícita, nunca viéndolos como en un romance.
Aunque hubo división en la crítica fue un éxito de taquilla. Costó
87 millones de dólares y recaudo 350.
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