Este mes se estrena “Inferno”, basada en una nueva novela de Dan Brown. Y teniendo en cuenta el habitual revuelo que levantan sus obras y también las adaptaciones cinematográficas de éstas en pos de las líneas argumentales que siguen en relación a posibles conspiraciones pretendidamente polémicas, he caído en la cuenta de dedicar el ciclo de este mes a las conspiraciones, si bien, con la particularidad de estar basadas en hechos reales.
A caballo entre el cine de conspiraciones y el de periodistas, este film nos hace una perfecta exposición del escándalo de “Watergate”. A cargo de contárnoslo estaba todo un especialista en cine de intriga, investigación y sobretodo, conspiración, Alan J. Pakula. Títulos anteriores como “Klute”, “Único testigo” o “Presunto inocente” le avalan. Y posteriores como “El informe pelicano”.
¿En qué consistió? Watergate era el nombre de un complejo
de oficinas sede de Partido Democrático norteamericano donde, en la madrugada
del 17 de junio de 1972, se arrestaron a cinco hombres que pretendían robar
documentación. ¿Qué levantó la liebre? No hubiera pasado de un simple robo si
un reportero del Washington Post enviado a cubrir la noticia advertiera que esos
hombres tenían unos abogados demasiado importantes.
Ese reportero se llamaba Bob Woodward que junto a Carl Bernstein, tiraron del hilo, nombre por nombre, iniciando una investigación que sacó a relucir mucho más de lo pensado. La trama destapaba que el robo de documentos obedecía a información recabada con el fin de ejercer un acoso contra los opositores políticos de la administración Nixon que llevó hasta unas grabaciones secretas ordenadas por dicho expresidente, los cuales no hacían más que formar parte de toda una colección de acciones de abuso de poder de éste, entre las cuales también se encontraba la financiación ilegal del Partido Republicano.
A la postre, tras obstaculizar claramente la investigación y ante el proceso de destitución que se le avecinaba, Richard Nixon terminó dimitiendo la tarde del 8 de agosto de 1974. Pero nada de ésto hubiera sido posible sin la figura de “Garganta profunda”, pseudónimo utilizado por William Mark Felt (su identidad no se reveló hasta el pasado 2005), número dos del FBI por aquella época y que orientó en sus secretos encuentros a Woodward hacia la implicación de Nixon.
La película se basa en el libro de los dos reporteros que destaparon el asunto, Woodward y Bernstein, y está incluida en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos por su alto valor histórico y documental. Otras películas relacionadas con el tema son “Nixon”, una especie de biografía del expresidente dirigida por Oliver Stone y “Nixon contra Frost”, donde el periodista logró sacarle la confesión de su culpabilidad en una maratoniana entrevista.
El reparto era de un nivel espectacular. Los protagonistas fueron Robert Redford y Dustin Hoffman como los dos famosos periodistas, en dos impecables interpretaciones, que se complementaban con un plantel de secundarios encabezado por Jason Robards, Martin Balsam y Hal Holbrook como célebre “garganta profunda”.
Tuvo excelentes críticas y aún hoy se la considera en el
podio de los títulos de conspiraciones de la historia del cine. Obtuvo cuatro Oscars entre los que estaban a la dirección artística, al sonido; por supuesto
al guin adaptado, y a Jason Robards como secundario.
Como curiosidad, la adopción, a partir de entonces, del
sufijo “gate” para colocar a cualquier trama de corrupción en cualquier ámbito
y país.
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